Menudo meneo de caderas...

¡Qué pasada! ¡Menuda mujer! ¡Síííííííí! ¡Me he enamorado! Ya sabéis que uno es muy rockero y yo acostumbraba a ir a conciertos en los que estaba rodeado de peludos sudados que agitaban sus cabezas hasta el esguince cervical. Por eso me planteé el concierto de Beyonce como una experiencia extramusical. De hecho, mi principal motivación para asistir era pasar unas horas con Julie y ver si me la acababa trajinando. Pero esa noche mi vida cambió...

Julie estaba más cariñosa de lo habitual -tal y como podéis observar en la foto-, pero todo se torció cuando entramos en el camerino de Beyonce y vio lo cariñosa que ésta se puso cuando le regalé un tanga del programa. La jefa se cabreó, pero a mí me daba igual, para mí desde ese momento no había otra mujer en el mundo aparte de la diva de ébano. Cuando me quedé de piedra fue cuando comprobé desde la primera fila que se había puesto el tanga que le acababa de regalar. Si añadimos las miradas que me echó durante todo el concierto ya imagináis porque estoy todavía en una nube.

Pero el concierto terminó (¡pedazo de espectáculo!) y no me atreví a volver al camerino. Así que nunca sabré si mi amor por Beyonce podría ser correspondido o si simplemente fue amable conmigo. ¿Qué hago? ¿Me planto en su casa, le parto la cara a Jay Z y le declaro mi amor?

¡Ay! Qué duro es el amor...

J.F. "mandingo" León